La historia de los santos en las catacumbas del norte de Europa es fascinante y algo macabra. El descubrimiento de esqueletos enjoyados en las catacumbas debajo de Roma en 1578 coincidió con una crisis de fe en el norte de Europa después de la Reforma. Los reformadores protestantes rechazaron la veneración de las reliquias y muchas iglesias católicas del norte se quedaron sin sus santos restos. El descubrimiento de las catacumbas romanas presentó una solución y los huesos de mártires desconocidos se vendieron para reemplazar las reliquias perdidas.
Las monjas que crearon las prendas para los esqueletos eran muy hábiles y expertas. Adornaron los huesos con piedras preciosas y talladas, cubriéndolos de oro y diamantes desde el cráneo hasta el metatarsiano. Los esqueletos recibieron nombres en latín y sus decoraciones variaban pero a menudo eran elaboradas. Los esqueletos estaban vestidos con túnicas de terciopelo y seda bordadas con hilo de oro, e incluso provistos de armaduras de placas de plata en algunos casos. Las creaciones resultantes fueron, sin duda, símbolos de prestigio.